martes, 14 de junio de 2016

Francisco preside el Jubileo de los enfermos

Dentro del Año de la Misericordia, el Jubileo de los Enfermos y Discapacitados ha sido una de las jornadas más importantes. Para que nadie se quedara sin saber qué pasaba, incluso hubo traducción simultanea para sordomudos, pasajes del Evangelio leídos por los participantes y representación teatral de algún episodio de las lecturas.

La homilía del Papa estuvo dedicada a los enfermos que había en la plaza y, en general, a todos los que sufren en el mundo. Francisco volvió a cargar contra la cultura del descarte y dijo que la naturaleza humana lleva inscrita en sí misma la realidad del límite, aunque en estos días quiera negarse esa realidad.

"En esta época en la que el cuidado del cuerpo se ha convertido en un mito de masas y, por tanto, en un negocio, lo que es imperfecto debe ser ocultado porque va en contra de la felicidad y la tranquilidad de los privilegiados y pone en crisis el modelo imperante. Es mejor tener a estas personas separadas, en algún 'recinto' -tal vez dorado- o en las 'reservas' del pietismo y del asistencialismo, para que no obstaculicen el ritmo de un falso bienestar”.

Francisco recordó que no sólo existe el sufrimiento físico, también está el del espíritu. La patología de la tristeza que llega siempre de la falta de amor.

"El mundo no será mejor cuando esté compuesto solamente por personas aparentemente 'perfectas', por no decir 'maquilladas', sino cuando crezca la solidaridad entre los seres humanos, la aceptación y el respeto mutuo”.

El camino de la felicidad pasa siempre por ser capaces de amar, explicó el Papa.